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Sinopsis

Biblia versus cristianismo. La sacudida emocional avivada por este libro hierático trasciende de generación en generación y sus arcai- cos ritos costumbristas, ampliamente tergiversados por toda jerarquía eclesiástica a lo largo de los siglos, impregnan hoy día, ya sea desde la cultura o la religión, todas y cada una de nuestras existencias. El cristianismo sirve como anatema de una falsía, de un dogma inverosímil sostenido por una religión universal que ha creado una sociedad sumisa y dependiente de tradiciones antiguas, ajenas a toda probidad. Son muchos los replicantes de esta observancia religiosa, aunque su nivel de oposición o interés por descubrir la ver- dad de su surgimiento es casi nulo o inexistente. Por eso, este libro removerá algunas conciencias, pero serán pocas, porque la verdad no interesa a la mayoría a pesar de que esta sea como una losa sobre el cristianismo moderno. La humanidad se ha visto involucrada en una mentira colosal de carácter sacerdotal, no divino, aunque la Iglesia cristiana pretenda confundir ambos términos en la mente de todos. El cristianismo ya ha vencido, nada debe preocuparle salvo una cuestión trascendental: cuando Jesús fue crucificado el cris- tianismo no existía. La pregunta es: ¿sabía Jesús que sería erigido como un icono de una corriente religiosa que él nunca conoció? No se preocupe, es una pregunta retórica que deben responder solamente aquellos que han trepanado la mente y todos los principios básicos de cada ser humano crédulo a lo largo de los siglos. Si es usted uno de los elegidos, debe leer este libro porque será su tabla de salvación; y si no lo es, con mayor motivo.

Introducción

Preludio

Es necesario comprender que no basta con ocupar una posición relevante en la jerarquía sacerdotal de cualquier religión para estar más cerca de Dios. No importa que la mayoría de las personas piensen que a un máximo referente de una religión —puesto ahí en función de su carácter intelectual al servicio de la causa, aunque no pueda ni deba pensar por sí mismo— le corresponde por derecho propio un lugar en el auténtico escalafón divino. Nadie por atribuirse autoridad, o porque otros se la concedan con base en sus conocimientos bíblicos, conoce mejor al Dios inconmensurable —ese que es de verdad, el que bulle entre nuestros pares craneales, los que proporcionan al ser humano la percepción de los sonidos, la esencia para el equilibrio y el movimiento, los que transmiten los impulsos olfativos y la información visual al cerebro, los que inervan los músculos, los que desarrollan los impulsos gustativos, aquellos que surgen directamente del grupo de células que se hallan en las profundidades del tronco encefálico—. Hoy día tampoco nuestros científicos conocen dónde reside nuestra inteligencia; aunque existan avances en el campo de la neurobiología, no han conseguido nada respeto a esto, solo una indefinición que abarca tanto la memoria como la capacidad deabstracción y la capacidad de esquematizar… La inteligencia engloba tantas cosas que son necesarias varias áreas del cerebro trabajando al mismo tiempo, y en función de cómo las combinemos desarrollará mejor unas aptitudes que otras. La ciencia actual está muy lejos de descubrir cuáles son esas conexiones neuronales que producen eso que conocemos como inteligencia, y se pierde al repartirla en conceptos abstractos tales como de carácter hereditario, por el factor de repetición, motivada por ciertas redes moleculares o por enviar más información al cerebro de unos asuntos que de otros. Al final, cada uno establece su nivel de inteligencia en función de muchos factores: genéticos, culturales, ambientales, etcétera. Los pares craneales gobiernan los sentidos, pero la inteligencia es un término abstracto, ingobernable. La simbiosis de ambos consigue un resultado maravilloso, ciertamente sobrenatural. Si Dios existe, seguramente tiene que ver con todo esto. El ser humano es complejo en su naturaleza, porque a todo lo dicho es necesario añadir el alma, el motor de los sentimientos que además dota de vida a todo lo demás; si el alma no nos asiste o se va de nuestro cuerpo, de nada sirven las demás funciones, ni los nervios del cerebro ni la inteligencia.

¿Ha comprendido un poco mejor dónde está Dios? No es necesario llevar sotana, ni siquiera una estola púrpura, ni ser un dechado en teología, ni un exegeta escolástico de ninguna observancia religiosa para estar relacionado con Dios, porque ellos lo están con un dios que no es del que yo hablo aquí. Conocen a su dios, un dios inventado para imponer sus normas sacerdotales a la población al inocularle el miedo a través del pecado universal. El miedo genera un mundo extraño. Incluso son capaces de regalar carnets de salvación eterna, o no, en función del grado de credibilidad que se le tenga a la orden sacerdotal. Puede creer en Dios, pero tiene que saber dónde está. Hable a su interior cuando necesite ayuda de cualquier tipo, no busque a Dios fuera de los límites que establece su propia piel porque no lo hallará. No depende de cuánto haya estudiado sobre teología, mitología y credos ancestrales, sino de su intuición, de su experiencia intuitiva a través del conocimiento de sí mismo, del poder infinito que reside en su interior. ¡Póngalo a prueba!

Si usted está basando todo su intelecto en extraer la mayor información posible sobre cualquier cosa, algo que todos podemos hacer exprimiendo nuestros sentidos sensoriales, está limitando su poder. Incluso aunque crea que ha desarrollado un mayor entendimiento intelectual, seguirá estando limitado. Así tan solo siente activos sus sentidos y su capacidad de raciocinio, pero obviamente estos pueden enfocar sus acciones hacia errores. Sin conjugar el alma con esos atributos de orden meramente físico, créame, no obtendrá la perfección, no actuará según Dios lo haría, no comprenderá la esencia de su existencia, su libre albedrío no podrá relacionarse con la capacidad intuitiva venida de Dios porque sus actos no tendrán alma. ¿Lo entiende?

Los sentidos y el intelecto son probablemente víctimas de la añagaza, ya que no absorben la auténtica naturaleza, ni el valor ético, moral, estético, ni la enjundia cardinal de todo lo que nos rodea. Hay cosas que no se ven y se sienten que contienen mayor certeza que otras que son tangibles, pero no se sienten. Dios es esto. Siento, —por mi torpeza— no poder explicarlo mejor. ¡No lo busque en ninguna Iglesia que enarbole cualquier credo religioso! Hágase un favor, búsquelo en su interior y, cuando lo halle, su vida cambiará. Habrá descubierto el truco de cómo alcanzar todos sus sueños, por primera vez los conseguirá.

Conoce al autor

Pablo Ángel Sánchez

Pablo Ángel Sánchez es el autor de los libros titulados El desierto de los números; El Pueblo, odio, venganza y muerte, y Charlando con Dios sobre el fin de los tiempos. Trabajó en diferentes ingenierías nierías relacionadas con procesos industriales y, actualmente, en la transmisión de licencias estatales.

“El alma no necesita de un cuerpo para subsistir, pero el cuerpo sin alma está muerto.

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